lunes, 4 de mayo de 2009
Veleta
Yo no soy una veleta, y ni quiero serlo. No comprendo a la gente que se deja llevar por el viento.
Un amigo me contaba, que tenía un amigo… que conocía a un tipo que cuando veía a su equipo de fútbol en el bar, nadie podía recriminarle, ya que enseguida se liaba a puñetazos, si alguien decía algo que no le gustaba, no se lo pensaba y a por él que iba…
Las discusiones con sus amigos siempre las zanjaba con amenazas y gritos… sus vecinos le esquivaban… pocos familiares le plantaban cara, y le dejaban a su aire… En su casa su mujer e hijos, cuando le veían enojado, enseguida corrían a esconderse…
Pero en su trabajo era otra cosa… a sus subordinados les chillaba, les insultaba, se reía de ellos… pero ante el jefe era otra cosa.
Mi amigo me contó que para este tipo su jefe era como un dios, todo lo que decía era sagrado… y le aguantaba cualquier humillación, ya sean gritos, insultos, tomaduras de pelo…
Creo que las veletas están bien cuando son de hierro, pero no cuando son de carne y hueso.
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